Le temps des cerises

domingo, 7 de agosto de 2011

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Les dessous d´pollon

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sábado, 26 de marzo de 2011

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viernes, 6 de agosto de 2010

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sábado, 12 de junio de 2010

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viernes, 21 de mayo de 2010

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martes, 18 de mayo de 2010

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jueves, 13 de mayo de 2010

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lunes, 10 de mayo de 2010

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domingo, 2 de mayo de 2010

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miércoles, 28 de abril de 2010

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martes, 20 de abril de 2010

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lunes, 19 de abril de 2010

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domingo, 18 de abril de 2010

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viernes, 16 de abril de 2010

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jueves, 15 de abril de 2010

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miércoles, 14 de abril de 2010

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Érase una vez una vez una pequeña y bonita cabra con un hermoso cuerpo azul. Se llamaba Kabrablue. Kabrablue vivía en el bosque y, aunque estaba sola, nunca se aburría. Pasaba todo el día de un lado para otro, buscando cosas nuevas, encontrando pequeños tesoros que recogía y colgaba de las paredes de su refugio. Jugaba, subía riscos, arrancaba flores silvestres y cuando tenía ganas de ver mejor las estrellas trepaba hasta la rama más alta de un árbol y allí las contemplaba con sus enormes ojos llenos de luz.
Un día fabricó unos pinceles con pequeños palos y hierbas secas y, utilizando colores que extraía de las piedras del bosque, pintó todo a su alrededor: el suelo, las rocas, los troncos de los árboles, las flores desteñidas por la lluvia... Todo lo llenó de color. Y se sentía feliz. Como se perfeccionaba cada día más, se decidió a pintar sobre su propio cuerpo, utilizando el espejo de las aguas transparentes de un riachuelo, un dragón negro. Estaba preciosa y, como además era muy coqueta y quería estar sexy, recogía hojas y trozos de retales perdidos y se confeccionaba ''desiguales'' vestidos diseñados por ella.
De pronto, una mañana despertó con mucho apetito; pero no quería comer lo de siempre. Sin saber la causa comenzó a mordisquear pescado crudo y brotes de soja que crecían entre la espesura...Sus ojos, de manera extraña, empezaron a rasgarse y cuando escribía sobre los troncos con sus pinceles de color, ya no le salían las letras habituales sino otras distintas y desconocidas, como signos raros. Empezó a mezclar las nuevas letras con dibujos que surgían espontáneos de su cabeza, dibujos de telas de seda, de cabellos recogidos con palillos, de cerezos en flor, de caras cubiertas con polvo de arroz ...Así pasó bastante tiempo.
Despertó un día al alba, más temprano que nunca y con una especie de desasosiego mezclado con alegría que retorcía su corazón. Tardó un poco en darse cuenta, pero cuando sus ojos se acostumbraron a la semioscuridad, vio al lado de su cama una maleta, un sable de samurai y un maravilloso kimono rojo y verde. Entonces lo supo. No lo dudó. Supo donde tenía que ir, cual era su destino. Cogió la maleta, se vistió el kimono y, con pasitos cortos y lentos, empezó
a andar.
Zaxanaercis

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martes, 13 de abril de 2010

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